Sin embargo, había un deseo en el corazón de Pepin: quería jugar con los otros niños en el parque y unirse a sus emocionantes aventuras. Pero muchas veces, se sentía triste cuando lo veía sentado a un lado mientras los demás jugaban.Un día soleadobservaba desde su ventana a los niños jugando en el parque, Pepin notó algo diferente. Un grupo de niños estaba organizando una competencia de carreras en sillas de ruedas. Sus ojos se iluminaron de emoción y esperanza. ¡Esta era su oportunidad de ser parte de la diversión!
Decidió unirse a la carrera y se acercó al grupo de niños con una gran sonrisa. "¡Hola a todos! Soy Pepin y estoy emocionado de participar", dijo con entusiasmo. Los otros niños lo recibieron con calidez y alegría. Estaban felices de que Pepin quisiera jugar con ellos.
Con entusiasmo, Pepin tomó su lugar en la línea de salida. La señal sonó, y las sillas de ruedas comenzaron a moverse. Pepin sintió el viento en su rostro mientras recorría la pista, y aunque no ganó la carrera, se sintió como un verdadero campeón. La verdadera victoria estaba en haber participado y sentirse parte del equipo.
Desde ese día, Pepin se convirtió en un amigo inseparable del grupo. Juntos, exploraban el parque, jugaban a las escondidas, contaban historias y reían sin parar. Descubrieron que todos eran diferentes y únicos en su propia forma, y eso hacía que su amistad fuera aún más especial.
La noticia de la increíble carrera de sillas de ruedas se corrió por todo el pueblo. Cada vez más niños se unieron a Pepin y sus amigos en emocionantes aventuras inclusivas. Solavento se convirtió en un lugar donde todos los niños, sin importar sus diferencias, encontraban amor, aceptación y amistad.
Y así, Pepin demostró al mundo que la verdadera fortaleza no estaba en las piernas, sino en el corazón. Con su entusiasmo y valentía, inspiró a todos a mirar más allá de las apariencias y a valorar la amistad y la inclusión.
Desde entonces, en cada atardecer de Solavento, se podía escuchar el eco de las risas y las voces alegres de Pepin y sus amigos, recordándonos a todos que no hay barreras que no puedan superarse cuando se juega con el corazón. Y así, en el mágico pueblo de Solavento, la amistad y la inclusión florecieron como nunca antes.