Érase una vez, en un alegre pueblo llamado Solavento, vivía un niño llamado Pepin. Desde que nació, Pepin usaba una silla de ruedas para moverse, pero eso nunca le impidió tener grandes sueños y ser un niño lleno de alegría y curiosidad.
Pepin tenía una sonrisa resplandeciente que iluminaba el día de todos los que lo conocían. Aunque no podía correr y saltar como los demás niños, siempre encontraba formas creativas de explorar el mundo que lo rodeaba. En su silla de ruedas, se deslizaba por las calles del pueblo, saludando a todos con entusiasmo y repartiendo risas a su paso.